- El interesante grupo de mandatarios americanos tiene una ventaja: saben cómo funciona la corrupción.
(IDL-Reporteros) Aunque las reuniones presidenciales son a veces útiles, podemos asumir que la cumbre de presidentes hemisféricos que se lleva a cabo en Lima no será un Everest de la diplomacia. En realidad, de ninguna metáfora de altura que no sea la protocolar. Con la ausencia de Donald Trump y Nicolás Maduro, el evento pierde a sus dos actores más pintorescos, pero eso no significa que el show carezca de significado. No el que proclaman sus organizadores y participantes sino el que sin querer expresan.
El tema
principal de este encuentro de presuntamente exaltadas humanidades es el de la
lucha anticorrupción: cómo lograr un consenso hemisférico que se traduzca en
estrategias y acciones que conduzcan al imperio de la integridad.
Los
participantes serán muchos y las deliberaciones pocas. Pesará la sombra de Lula
y pasará inadvertida la de Kuczynski. Luego vendrá la fotografía grupal de
rigor, donde todos los presidentes reunidos ostentarán su presencia, alguno su
ortodoncia y todos su proclamada decisión ante la Historia de derrotar la
corrupción.
Interesante
grupo de adalides. Por lo menos tienen una ventaja: saben cómo funciona la
corrupción. Dado que todos van a posar de buen ánimo, con sonrisas animadas por
algún chiste de fotógrafo, quizá se les pueda hacer algunas preguntas. Como son
muchos y poco el tiempo, habría que seleccionar a unos cuantos representantes
significativos de la lucha contra la corrupción latinoamericana a nivel
presidencial. A continuación, algunas preguntas posibles:
A Enrique Peña Nieto, de
México: “Dado que la
ausencia de Trump hace difícil que puedan comparar la Casa Blanca de Washington
con la que tiene usted en México; ¿Puede explicarnos por qué luego de las
contundentes revelaciones
sobre la presunta corrupción en Pemex de
su ex alto funcionario Emilio
Lozoya, el único
que ha sufrido las consecuencias hasta ahora sea el fiscal Santiago Nieto, que
tuvo a su cargo la investigación?”.
A Orlando Hernández, de
Honduras: “¿Su
contribución a la lucha contra la corrupción va a ser la de mostrar a
Latinoamérica cómo realizar reelecciones a prueba de votos?”.
A Mauricio Macri, de Argentina: “Sabemos la importancia de los buenos
servicios de inteligencia para la lucha contra los corruptos de alto calado.
¿Es por esa o por otra razón que usted defiende y mantiene a su amigo Gustavo
Arribas al frente de
la Agencia Federal de Inteligencia, pese a que la Policía Federal brasileña lo
acusa de haber
recibido 850.000 dólares transferidos ilegalmente a una cuenta suya por una organización de lavado
de dinero desbaratada hace poco en Brasil?”.
A Michel Temer, de Brasil: “Perdone, pero ¿cómo llegó usted aquí? Los
fiscales, jueces y policías federales brasileños lideran los esfuerzos
anticorrupción en el continente. El ex procurador general, Rodrigo Janot, en cuya
gestión se investigó el caso Lava Jato, lo acusó a usted de dirigir una
organización criminal; un empresario lo grabó a usted deliberando sobre coimas;
nadie lo eligió presidente, su popularidad alcanza el 5% cuando mucho, su
predecesora fue destituida por una razón ridícula en comparación de lo que se
acusa a usted, Lula
está preso por muchísimo menos… Su
presencia aquí, en representación de Brasil, ¿es acaso un mensaje a
Latinoamérica y al mundo de que no importa cómo o cuán bien empiece y avance la
lucha anticorrupción esta terminará siempre con usted o alguien como usted
sonriendo a las cámaras como el vencedor final de todos esos esfuerzos?”. Si Maduro hubiera llegado, ahí sí el
aquelarre con disfraz de santidad hubiera quedado redondo. Aunque humo sin duda
habrá, probablemente producido por algunos de los millones de cigarrillos que
las compañías del Presidente de
Paraguay, Horacio Cartes, contrabandean al mundo entero con ya no tan
sorprendente impunidad.
Pero las
representaciones presidenciales en la supuesta cumbre anticorrupción no deben
observarse solo como un pomposo esperpento latinoamericano sino como una señal
de alarma. Y esta indica que en la lucha contra la corrupción se puede ganar
muchas batallas y perder la guerra. Varios rostros de esta cumbre indican cuán
cercana y peligrosa es esa posibilidad.
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