El
pasado viernes 14 de abril se cumplieron cuatro años de la partida a la
eternidad de Armando Villanueva, héroe del pueblo y patriarca del Apra, que
supo transitar más de ocho décadas por la política fiel a sus convicciones, sin
evidenciar personalismo ni interés subalterno a los grandes lineamientos del
vigoroso movimiento popular que Haya de la Torre y su promoción inspiraron.
Armando
pasó en ese momento de convertirse en el patriarca que se fue, a la consolidación
del icono mítico de las juventudes apristas y progresistas, al ejemplo claro de
la fortaleza espiritual y de la lealtad a una causa, que por su solidez
conceptual y por haber nacido de la entraña del pueblo no perecerá por acción
de timoratos, autoritarios ni felones.
Armando
no solo representó con su presencia física al aprismo auroral, a la gloriosa
FAJ, escudo del PAP, promoción de cuadros inquebrantables, valerosos e
inteligentes que defendían sus ideales arriesgando la propia vida, sino que
hasta pocos días antes de su muerte orientó a la juventud actual del aprismo
hacia la modernidad, hablándoles constantemente acerca de la importancia de “Espacio Tiempo Histórico” como obra fundamental de la construcción
ideológica del aprismo y de lo vital que representa el conocimiento actual y
cercano del Perú para poder transformarlo integralmente.
Armando
estaba claramente en contra del inmovilismo del pensamiento aprista que algunos
pretenden hasta el día de hoy imponer en el aprismo. Solía decir: “Están pensando
en 1924 cuando el hombre está a punto de llegar a Marte”, hablaba
constantemente de la revolución tecnológica que había significado el ordenador
y las perspectivas que esto abrió al futuro. Era sin duda un luchador
social y un político de realidades como lo fue Haya de la Torre, su maestro.
Armando
nos dio grandes lecciones de política, de diálogo; de ello pueden dar cuenta
las numerosas visitas que le hacían personalidades de distintas tiendas
políticas, de sindicatos, del cuerpo diplomático, de juventudes organizadas y
de periodistas que lo frecuentaban y le escuchaban sus consejos. Nunca tuvo una
actitud sectaria ni agria contra nadie, entendió desde muy joven que la
política no era una revancha personal, siempre quiso que el aprismo tenga
ese mismo talante de apertura con todos los peruanos, en especial con los
nuevos sectores sociales que el crecimiento económico ha instaurado en el Perú:
el empresariado popular; quería que el Apra se dirija a ellos y a las
juventudes.
En
una ocasión escuché a un distinguido aprista decir que las tres principales
virtudes de un político son la lealtad, la valentía y la honestidad, yo le
agregaría una cuarta: la capacidad de orientar a una colectividad al futuro, a
hacerlos soñar con un porvenir de justicia y libertad integral. Armando en su
vida y ahora en su etapa mítica, reúne esas cuatro cualidades llevadas a su
máxima expresión, por eso es un grande de la historia del Perú.
Su
legado es un mandato a las juventudes de la democracia social, del aprismo a
restaurar la fraternidad en el PAP, a contribuir al remozamiento de la
ideología aprista a través de la comprensión del Perú actual del siglo
XXI y a construir unitariamente un programa de cara al futuro que
garantice la victoria de las causas populares que la estrella simboliza.
El
XXIV Congreso Nacional del PAP
llevará su nombre y allí sin duda tenemos la opción de empezar a labrar el
camino que nos permita decir en el futuro: ¡Armando
en la gloria, el Apra en la victoria!
Publicar un comentario