AUXILIO ¿POLICÍA?


Son varios años que venimos, dale que dale, jugando con el país como si fuera un castillo de naipes maltrecho, quitándole de una en una carta más a su estructura hasta que se caiga de una vez y por último ¡a quién importa! Y nos venimos jugando, sumando silencio y conveniencia, para destruir directamente a dos antiguos pilares de la fe pública: la Policía Nacional del Perú y el Ministerio Público, o Fiscalía ¿de la Nación? Algunos quienes han tenido familiares fiscales o policías, recordarán que el respeto hacia ellos era de muy alto valor.  Pero luego de los negocios en los ingresos a las escuelas de oficiales y suboficiales y de las cuotas arregladas para acceder a un cargo en esas instituciones así como del ruleteo dominado por las logias y las mafias que te abren o cierran puertas de acuerdo a tus decisiones, pues muy poco ha quedado del buen recuerdo y por el contrario, toda la ciudadanía habla muy mal a espaldas de cualquiera de los integrantes de esas organizaciones y falta poquito, así, para que se lo suelten en su propia cara.

Lo más doloroso es que esa persistente anti-misión se coordine curiosamente desde las cavernas políticas y los falsos discursos de honestidad en el poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial. Escuchar el discurso de la señora que está a cargo en lo más alto de la pirámide o de todos los que descienden de un peldaño a otro con el mismo cuento, nos lleva a tratar de comprender, muy admirados, cómo hacen para conseguir a los peores para los mejores cargos públicos y si ese cuento de la meritocracia, la idoneidad, la debida diligencia y demás códigos de compromiso no están siendo utilizados para tratar de engañar al colectivo interno, que todavía tiene algunos ingenuos militantes de su estupidez; pero ya no puede engañar al colectivo externo, pues si desde fuera, miden nuestros resultados en gestión y se fijan en esa cadena maldita que nos conduce de un gobernante a un presidiario cada seis, cinco o menos años, pues qué idea tendrán de quienes, como peruanos, aún creemos que la nacionalidad es algo así como el aire que contiene una pelota y que el futuro exitoso para nuestros hijos lo enseñan todas las noches en las cantinas y antros a los que con todo lujo los rotulan y alquilan como centros de diversión.

Alguien honesto por allí ya puso la primera señal oficial: el 14% del producto bruto interno del Perú proviene de la actividad ilegal. Parece que, en algunas zonas del país, ese porcentaje todavía es mayor porque el movimiento del dinero y el consumo es inexplicable si no está subido en los vehículos del vicio y el delito consiguiente. Súmele a ese escenario un ambiente de informalidad y nos quedamos SIN PAIS. Somos simplemente un conjunto de ignorantes, sobrevivientes de varios ciclos destructivos y literalmente no tenemos banderas, esa camiseta deportiva también tiene grandes señales de estar sucia y hasta uno de los “héroes con pies de barro” a quien le reclaman por sus juergas, nos contesta que tiene todo el derecho a divertirse. Si, coincido con él, todos tenemos derecho a divertirnos cuando el producto de nuestro trabajo viene del esfuerzo íntegro y honesto y no de la pertenencia a una organización criminal.

Pero ya, basta de tanta tontería que más es cojera que verdad. Alguien nos tiene que dar la cachetada necesaria para despertarnos. Este país se va rapidito al “caracho”. Y nos amarramos las manos hace tiempo destruyendo a la Policía, a la Fiscalía, que ni juntas ni por separado son capaces de dibujar siguiera un organigrama de organización criminal que sea serio. Pero si se divierten creando nombres que dan risa, como “Los malditos de la Pollería” “Los Simpson del viaje a China”, “Los intocables del cono norte”, “Los reciclados de la gestión regional” y otras chapas creativas que solamente describen quiénes somos y a qué nos dedicamos, hasta que el continente estalle y únicamente resulten en la cancha extranjeros de toda laya y mucho respeto, haciendo de las suyas por aquí.

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