Admiramos y estudiamos a prohombres como Alejandro Magno, Julio César o Napoleón, sin darnos cuenta de que en nuestra tierra nació un gran conquistador y creador de un estado eficiente que, en sus 60 años de reinado, no solo igualó su grandeza, sino que en muchos casos los superó.
Si bien Pachacútec fue un gran estratega militar, fue aún
mejor como gobernante: organizó el imperio y lo preparó para su grandeza.
Basó su gobierno en tres importantes medidas: dispuso la
construcción de caminos, el "Qhapac Ñan"; estableció una sola lengua
como idioma oficial, y creó una estructura administrativa con un poder central
fuerte y absoluto que él mismo presidía.
La distribución de la tierra agrícola conquistada fue
excepcional, y la asignación de jornadas de trabajo para su cultivo aún más
eficaz. El alimento producido abasteció a toda la población del imperio.
No necesitó fórmulas mágicas como las “AFP” u “ONP”
actuales; las personas mayores de 60 años estaban exentas de tributos y
trabajos, y eran mantenidas por la hacienda del Inca, disfrutando además de la
admiración del pueblo.
Otra genialidad de Pachacútec fue el "Qhapac Ñan"
– los Caminos del Inca. Aprovechando antiguos caminos de las culturas Huari,
Chanca y Moche, comenzó a construir una red de caminos que más tarde continuó
su hijo, el Inca Túpac Yupanqui, y que abarcó territorios de lo que hoy es
Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, Bolivia y Perú.
Estos caminos fueron adaptados a la geografía de cada región
e incluyeron puentes colgantes y tambos (depósitos y refugios).
Designó funcionarios encargados de su mantenimiento, sin
necesidad de concesiones ni peajes.
En la costa, los caminos tenían entre 3 y 4 metros de ancho,
con muros de entre 1 y 1.2 metros de altura que los protegían. A través de esta
red vial se transportaban alimentos, ropa, ejércitos, órdenes y noticias que
llevaban los chasquis.
María Rostworowski relata que, Pachacútec fomentó la
educación de la casta de los orejones en escuelas donde ancianos sabios
enseñaban diversos cursos, y donde la instrucción duraba cuatro años.
Reestructuró el culto (la religión), dándole un sitial de
privilegio a los sacerdotes, pero no les permitió injerencia en el Gobierno.
Admiramos y estudiamos a prohombres como Alejandro Magno,
Julio César o Napoleón, sin darnos cuenta de que en nuestra tierra nació un
gran conquistador y creador de un estado eficiente que, en sus 60 años de
reinado, no solo igualó su grandeza, sino que en muchos casos los superó.
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