- La angurria del oro ha convertido a Madre de Dios en una de
las regiones del mundo más deforestadas.
Justamente coincidiendo con la publicación de la encíclica papal,
se producía en septiembre de 2015 la invasión de la Reserva Nacional de
Tambopata por los mineros ilegales. Al año siguiente ya se había depredado 759
hectáreas de la misma mientras las acciones de interdicción se revelaban allí
absolutamente inoperantes. Sin embargo, no le han faltado críticas a la Iglesia
por estas novedosas posturas apoyadas en la investigación científica que la
alejarían, para algunos, de su misión eminentemente espiritual.
Portavoces de poderes políticos y económicos, sobre todo en Estados Unidos, no
han ocultado su disgusto, mientras que amplios sectores del catolicismo
sostienen que tal posición es coherente con la Doctrina social de la Iglesia.
Cuando echamos una mirada al cambalache ambiental y social
generado en Madre de Dios, es imposible ignorar las palabras de Francisco al
respecto: “Hemos crecido pensando que éramos propietarios y dominadores de la
tierra y autorizados a expoliarla”.
Aunque para Pedro Gamboa Moquillaza, jefe de Sernanp (Servicio
Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado), se habría recuperado a
la fecha el 90 por ciento de las áreas de la reserva profanada por los ilegales
–lo cual es alentador, por cierto– la verdad es que por ejemplo en la llamada
zona de amortiguamiento, en sus bordes, la deforestación ha avanzado
vertiginosamente llegando a las 490 hectáreas solo en el último semestre.
Y haciendo las sumas, desde el 2012, esas zonas de amortiguamiento
–tanto de la reserva de Tambopata como del parque nacional BahuajaSonene, en la
margen izquierda del río Malinowsi– han perdido 4,440 hectáreas que son el
equivalente a unas 6,080 canchas de fútbol. Allí están las imágenes satelitales
del proyecto de Monitoreo de Amazonía Andina del Perú (MAAP, por sus siglas en
inglés) para graficarlo. La deforestación perpetrada por la minería ilegal es
una plaga de alcances incalculables, según las proyecciones del mismo Sernanp,
y amenaza otras áreas de la región Madre de Dios.
Para revertir esta situación infernal, cobra sentido la urgencia
de suscribir un pacto interinstitucional y público-privado, como lo viene promoviendo
la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental y su director ejecutivo Pedro Solano.
Cuando se sabe que en La Pampa, al filo de la reserva de
Tambopata, hay al menos 30 mil mineros ilegales acechando, tal como reconoce el
mismo Gamboa, la cosa se revela verdaderamente grave. “La degradación ambiental
y la degradación humana están íntimamente unidas”, enfatiza Francisco, y es
como si hubiera ya pisado Madre de Dios, por ahora más cerca del infierno que
del prometido cielo.
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