En la última década y terminadas las elecciones en varios países de América y ¡¡hasta en los Estados Unidos!! surgieron por todo lado dudas con respecto a los resultados y escandalosas protestas de los perdedores, quienes dijeron haber sido engañados. al extremo de que muchos candidatos impensados obtuvieron votaciones que los llevaron al poder. ¡Fraude! gritaban por allí, pero las misiones de organismos internacionales que suelen acudir a estos eventos certificaron que todo se había llevado con la mayor transparencia. Esto es, los plazos se respetaron, a nadie se le impidió acudir a votar, no hubo electores golondrinos que migren de una localidad a otra y los horarios para el voto se cumplieron, dando las facilidades a todos para su asistencia. ¡Qué bacán! Pero al día siguiente de la elección, los resultados anunciados como proyección “a boca de urna” o “avance de conteo” dejaron caras largas y una suerte de vergüenza ajena, echando culpa a todos los demás de votar por las personas menos indicadas.
Como resultado de estas circunstancias tenemos las autoridades que soportamos y si alguno se atreve a levantar la voz, pues palo con él, insurrección, terrorismo y bastantes acusaciones exageradas para mantener tranquilas a las mayorías, buscando que nada digan hasta que se acabe la procesión nacional de los seis años o las más cortas de cuatro años, que duran los mandatos regionales y municipales. Hasta allí todo de maravilla, pero nadie ha revisado el conteo electrónico que se empleó ni se tiene la capacidad para hacerlo. Hubo por allí partidos políticos con supuestos equipos tecnológicos de primera que hubieran permitido revisar los sistemas empleados hasta llegar al fondo del asunto, pero eso no pasó de ser una leyenda. Conversando con un especialista del tema me hizo ver que todo sistema informático obedece a los llamados algoritmos.
Estos vienen a ser el paquete de instrucciones
que conducen a un resultado y como me decía mi amigo, si alguien ordena al
sistema, mediante un algoritmo perverso, que a un partido determinado se le
incremente automáticamente un porcentaje de votos a favor, pues el resultado
por obtener obedecerá a las instrucciones que le ha establecido ese algoritmo.
Puede ser fantasía, puede ser una peligrosa realidad, pero nadie revisa, con
realismo, los métodos y procesos del cómputo y creemos que, contando papelitos
y anforitas somos capaces de controlar la pureza del resultado. Algo debemos
ordenar para que esas misiones extranjeras que visitan el país en cada proceso
electoral sean capaces de revisar a fondo los sistemas informáticos y no se
dediquen únicamente a visitar cuatro o cinco centros de votación y luego ¡a comer! como lo hacen todos los
turistas, para después firmar su conformidad porque ya vinieron, ya vieron y
otros vencieron. Veamos si nos hacen bailar por años al ritmo del algoritmo.
Vivimos el tiempo de la inteligencia artificial, no estamos en la edad de
piedra y de las ingenuidades que facilitan a unos cuantos alcanzar el poder
para darse el lujo de modificar constitución y hacerse eternos en el usufructo
del Estado, a su ritmo y al ritmo del algoritmo.
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