LA GESTIÓN DEL DIEZMO | POR: ELÍAS DANIEL PINGLO


Sí, ha leído usted bien, no estamos pensando en la práctica de la Gestión del Riesgo, que es un tema de los nuevos desarrollados en los cursos de Gestión Pública.

Hoy estamos pensando en la Gestión del Diezmo y si queremos ir más allá, en el Riesgo del Diezmo dentro de la función pública.

Ha sido el Congreso de la República el lugar en donde se han producido más denuncias haciendo notar esta práctica del diezmo, que uno de los legisladores, sin vergüenza alguna, expresó que era ya una costumbre venida desde tiempo atrás.

Pero según muchas informaciones de otro nivel, el diezmo se ha normalizado en gestiones regionales y municipales de todo el país: además no se limita al aporte mensual que hacen los asesores, adulones y miembros de portátiles, como un compromiso acordado antes de ser contratados y que es una condición sine qua non. Esto es, si no pagas la mensualidad, te vas a la calle.

Ahora el diezmo se ha consolidado en las contrataciones de obras, en las compras de maquinaria y demás vehículos y en todo negocio que realiza el Estado, sea el grande y por más de cien millones; o en el pequeño que abonan los proveedores de alimentos y bebidas, impresiones publicitarias y demás artículos de propaganda que tratan de sembrar la imagen del gobernante como si todo lo que dijera fuera cierto y como si todo lo que ofreciera realizar, fuera posible.

Y si nos ponemos a desarrollar la Gestión del Diezmo, debemos identificar a los actores del mismo. Allí es donde aparece el contacto empoderado. Ese es un personaje muy cercano a la máxima autoridad, encargado de exigir el pago del diezmo; es a quien todos los proveedores conocen y todos los funcionarios designados soportan.

Ese personaje se dedica a recaudar los aportes de todos y de entregar su parte al titular de la entidad. Generalmente ese personaje que todos saben quién es, pero nadie denuncia, emplea todos los métodos del tramposo y filma, graba y compromete al titular de modo tal que ni siquiera el máximo jefe se atreve a moverlo de ese lugar desde el que controla el ingreso y salida del producto llamado DIEZMO.

Lamentablemente en la gestión del diezmo no hay denuncia. El que se atreve a denunciar queda comprometido inmediatamente por el juego penal de ser incorporado en la investigación y acabar sancionado también por coludirse.

Gracias a esta situación legal el tramposo se siente seguro, porque al mismo estilo siciliano: si hablas, también te quemas. Además, como la gran parte de comprometidos también están acostumbrados a la trampa y su idoneidad se mide en saber si viene al cargo dispuesto a pagar mensualmente, entonces se arman equipos de ratones dispuestos a vivir del queso apetitoso de los millones que se anuncian por todo lado y son elemento de propaganda eficaz para llamar a más ratones, más diezmo y más corrupción en el Perú.

Por alguna razón la palabra ratones hace rima con millones por que es como si los llamaran con campana.

Solamente nos queda, como ciudadanos, presionar a los órganos encargados de fiscalizar la denuncia para que se estimule la entrega de información de manera anónima y validar algún mecanismo de control para encontrar las pruebas del delito. Porque aunque nadie parece darse cuenta, ya no existe el pago en efectivo y en sobres. Esas son acciones de riesgo para el diezmo.

Ahora se usan las aplicaciones de las billeteras digitales y los depósitos virtuales en las cuentas de los principales tramposos del diezmo. Y como se trata de menudeo de la coima, los actores se cubren mediante la protección de datos personales.

Algún congresista debería lavar su honra ya proponiendo que, todo recurso público, sea cual sea su cantidad, goce de la llamada trazabilidad de su empleo. Las cuentas personales de los funcionarios públicos deben ser perseguidas y transparentadas al máximo. El riesgo que corran ellos como personas, siempre será menor al riesgo que corre nuestro futuro, si no logramos detener al gran riesgo nacional del diezmo.

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