Sí, ha leído usted bien, no estamos pensando en la práctica de la Gestión del Riesgo, que es un tema de los nuevos desarrollados en los cursos de Gestión Pública.
Hoy estamos pensando en la Gestión del Diezmo y si queremos
ir más allá, en el Riesgo del Diezmo dentro de la función pública.
Ha sido el Congreso de la República el lugar en donde se han
producido más denuncias haciendo notar esta práctica del diezmo, que uno de los
legisladores, sin vergüenza alguna, expresó que era ya una costumbre venida
desde tiempo atrás.
Pero según muchas informaciones de otro nivel, el diezmo se
ha normalizado en gestiones regionales y municipales de todo el país: además no
se limita al aporte mensual que hacen los asesores, adulones y miembros de
portátiles, como un compromiso acordado antes de ser contratados y que es una
condición sine qua non. Esto es, si no pagas la mensualidad, te vas a la calle.
Ahora el diezmo se ha consolidado en las contrataciones de
obras, en las compras de maquinaria y demás vehículos y en todo negocio que
realiza el Estado, sea el grande y por más de cien millones; o en el pequeño
que abonan los proveedores de alimentos y bebidas, impresiones publicitarias y
demás artículos de propaganda que tratan de sembrar la imagen del gobernante
como si todo lo que dijera fuera cierto y como si todo lo que ofreciera
realizar, fuera posible.
Y si nos ponemos a desarrollar la Gestión del Diezmo,
debemos identificar a los actores del mismo. Allí es donde aparece el contacto
empoderado. Ese es un personaje muy cercano a la máxima autoridad, encargado de
exigir el pago del diezmo; es a quien todos los proveedores conocen y todos los
funcionarios designados soportan.
Ese personaje se dedica a recaudar los aportes de todos y de
entregar su parte al titular de la entidad. Generalmente ese personaje que
todos saben quién es, pero nadie denuncia, emplea todos los métodos del
tramposo y filma, graba y compromete al titular de modo tal que ni siquiera el
máximo jefe se atreve a moverlo de ese lugar desde el que controla el ingreso y
salida del producto llamado DIEZMO.
Lamentablemente en la gestión del diezmo no hay denuncia. El
que se atreve a denunciar queda comprometido inmediatamente por el juego penal
de ser incorporado en la investigación y acabar sancionado también por
coludirse.
Gracias a esta situación legal el tramposo se siente seguro,
porque al mismo estilo siciliano: si hablas, también te quemas. Además, como la
gran parte de comprometidos también están acostumbrados a la trampa y su
idoneidad se mide en saber si viene al cargo dispuesto a pagar mensualmente,
entonces se arman equipos de ratones dispuestos a vivir del queso apetitoso de
los millones que se anuncian por todo lado y son elemento de propaganda eficaz
para llamar a más ratones, más diezmo y más corrupción en el Perú.
Por alguna razón la palabra ratones hace rima con millones
por que es como si los llamaran con campana.
Solamente nos queda, como ciudadanos, presionar a los
órganos encargados de fiscalizar la denuncia para que se estimule la entrega de
información de manera anónima y validar algún mecanismo de control para
encontrar las pruebas del delito. Porque aunque nadie parece darse cuenta, ya
no existe el pago en efectivo y en sobres. Esas son acciones de riesgo para el
diezmo.
Ahora se usan las aplicaciones de las billeteras digitales y
los depósitos virtuales en las cuentas de los principales tramposos del diezmo.
Y como se trata de menudeo de la coima, los actores se cubren mediante la
protección de datos personales.
Algún congresista debería lavar su honra ya proponiendo que,
todo recurso público, sea cual sea su cantidad, goce de la llamada trazabilidad
de su empleo. Las cuentas personales de los funcionarios públicos deben ser
perseguidas y transparentadas al máximo. El riesgo que corran ellos como
personas, siempre será menor al riesgo que corre nuestro futuro, si no logramos
detener al gran riesgo nacional del diezmo.
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