La ciudad conmocionada tras el lamentable suceso ocurrido en
el centro comercial Real Plaza Trujillo. Un hecho que, más allá del dolor y la
indignación, deja en evidencia la irresponsabilidad empresarial y la falta de
medidas de seguridad adecuadas. Pero aún más grave es la inoperancia de las
autoridades, encabezadas por el alcalde Mario Reyna y sus funcionarios, quienes
han respondido con tibieza y medidas insuficientes.
Lo ocurrido no es un accidente fortuito, sino la
consecuencia de una gestión negligente que prioriza las ganancias sobre la
seguridad de los ciudadanos. Mientras las autoridades aún investigan los
detalles, múltiples testimonios coinciden en una verdad innegable: esta
tragedia pudo evitarse.
El comunicado emitido por Real Plaza, que intenta limpiar su
imagen con frases prefabricadas y una tibia manifestación de preocupación, es
una burla a la memoria de las víctimas y al dolor de sus familias. ¿De qué
sirve la "prioridad en la salud de los afectados" cuando ya es
demasiado tarde? ¿Cómo se puede hablar de "protocolos de respuesta
inmediata" cuando el daño ya está hecho?
Pero si la empresa ha demostrado su total indiferencia, la
Municipalidad Provincial de Trujillo no se queda atrás. En lugar de actuar con
mano dura, el alcalde Mario Reyna ha emitido un comunicado ridículo en el que
solo anuncia la suspensión de un evento de marinera. ¿Eso es todo? ¿Así
responde la máxima autoridad de la ciudad ante una tragedia? Esto no es más que
una cortina de humo para evadir su verdadera responsabilidad: garantizar la
seguridad de los trujillanos.
La ciudadanía exige respuestas, pero más que eso, exige
justicia y acciones contundentes. ¿Quién responderá por las vidas perdidas?
¿Quién asumirá la responsabilidad de la tragedia? No es la primera vez que se
señala la falta de control en centros comerciales, pero como siempre, las
empresas se amparan en discursos vacíos mientras los afectados quedan en el
olvido. Y el gobierno municipal, en lugar de tomar decisiones firmes como la
clausura inmediata del Real Plaza y otros establecimientos inseguros, solo reacciona
con gestos simbólicos e inútiles.
Este no puede ser otro caso más que se diluye en la
burocracia y el silencio cómplice. La fiscalía y las autoridades tienen el
deber de actuar con firmeza y sancionar a los responsables. La impunidad no
puede ser el epílogo de esta historia, y la ciudadanía no debe conformarse con
comunicados de quinta categoría y gestos insignificantes. Si Mario Reyna y su
equipo no son capaces de actuar con la severidad que la situación demanda,
entonces deben dar un paso al costado y dejar el cargo a quienes sí tengan la
voluntad de proteger a Trujillo.
Las muertes en Real Plaza Trujillo no son un simple número.
Son vidas que se apagaron por negligencia, por falta de medidas, por el desprecio
empresarial hacia la seguridad. Hoy, la ciudad clama justicia, y no descansará
hasta obtenerla.
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