Sabemos
que por sus cómodos palcos, su espaciosa platea y cazuela, desfilaron casi una
generación de Lambayecanos, así como también por su palco escénico, obra
deslumbrante y artística, se presentaron durante dos décadas, artistas de todo género
y de primera calidad, convirtiéndose, en su tiempo, en uno de los rincones más característicos
de la ciudad.”Cuando hay una compañía lirica o dramática. El teatro, a pesar de
su extensión, es incapaz de contener el gran numero de concurrentes, pues
predomina el gusto por tales espectáculos a la par que despliega en ellos, el
publico la mayor elegancia”.
Ilustrativas
líneas reconocidas de las notas que sobre Lambayeque escribiera, en 1860, el
viajero y escritor Colombiano Prospero Pereira Gamba.
Fue
el acaudalado comerciante lambayecano don Martin Martínez, quien con el importe
de algo más de 14,000 pesos construyó en 1850 el teatro de Lambayeque. Para
esto había adquirido el terreno donde, desde mediados del siglo XVI, o sea
desde la misma fundación de Lambayeque, se había ubicado el Tambo, lugar para
reposo y manutención de los viajeros en tránsito, y perteneciente al “común “o
“República” de indios del pueblo, situado en el lado este de la Plaza
principal.
La
inauguración oficial del flamante primer Teatro lambayecano se realizo el
siguiente año de 1851.La ciudad de Lambayeque contaba pues desde ese momento
con un magnífico edificio teatral, a la altura de sus progresos culturales y de
su acrecentada población, convirtiéndose en uno de los mejores del norte del Perú.
Contaba
el antiguo Teatro con una sola fila de 19 palcos, divididos estos en dobles y sencillos,
con banquillas de madera tapizadas de algodón.
La platea contenía 400 butacas, gran parte de
ellas tapizadas también y todas confeccionadas en manera de fino cedro. Bajo la
hilera de palcos se encontraba situada en la cazuela, llamada como en el
antiguo Teatro de Lima “mosqueta”, y separada de la platea por una elegante
verja de hierro forjado. Sus asientos consistían en varias graderías de
ladrillo enlucidas con yeso. Su iluminación era entonces de velas de esperma,
en bombas de cristal. Su capacidad total era de 900 personas.
No
hubo compañía notable en la ciudad de Lima, que al dejar esa capital, de paso
al puerto de Guayaquil, en el Ecuador, hiciera de escala en el antiguo puerto
de San José en el “Teatro Principal de Lambayeque. Sabemos que cuando este
atravesaba su mejor momento desfilaron por su escenario luminarias artísticas
de primera línea en compañías de diversos géneros: operas, dramas y zarzuelas. Ahí actuaron las compañías dramáticas
de Arana y Sabaleta; de Guerra y La Rosa, del famoso Rendón; de Federico de Pravia; Gray Duclos; Fernández Gómez.
La
zarzuela de Risco, de Matey y la Coreografía de Casanova y la de Risco, etc.
Eran
la época en las que la cultura se vivía a flor de piel. Buenos años aquellos.
Hoy quisiéramos recordarlo.
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