EL DESAPARECIDO TREATRO DE LAMBAYEQUE - POR: JORGE IZQUIERDO CASTAÑEDA


Resulta paradójico, pero el viejo teatro, pero el viejo teatro de Lambayeque desapareció sin que nadie le haya echado siquiera un “Requiscat in pace” en esta ciudad. Pese que además de representar un alarde de refinado buen gusto, evoca una época que en esta ciudad se va, desenfrenadamente, a jirones.

Sabemos que por sus cómodos palcos, su espaciosa platea y cazuela, desfilaron casi una generación de Lambayecanos, así como también por su palco escénico, obra deslumbrante y artística, se presentaron durante dos décadas, artistas de todo género y de primera calidad, convirtiéndose, en su tiempo, en uno de los rincones más característicos de la ciudad.”Cuando hay una compañía lirica o dramática. El teatro, a pesar de su extensión, es incapaz de contener el gran numero de concurrentes, pues predomina el gusto por tales espectáculos a la par que despliega en ellos, el publico la mayor elegancia”.

Ilustrativas líneas reconocidas de las notas que sobre Lambayeque escribiera, en 1860, el viajero y escritor Colombiano Prospero Pereira Gamba.



Fue el acaudalado comerciante lambayecano don Martin Martínez, quien con el importe de algo más de 14,000 pesos construyó en 1850 el teatro de Lambayeque. Para esto había adquirido el terreno donde, desde mediados del siglo XVI, o sea desde la misma fundación de Lambayeque, se había ubicado el Tambo, lugar para reposo y manutención de los viajeros en tránsito, y perteneciente al “común “o “República” de indios del pueblo, situado en el lado este de la Plaza principal.

La inauguración oficial del flamante primer Teatro lambayecano se realizo el siguiente año de 1851.La ciudad de Lambayeque contaba pues desde ese momento con un magnífico edificio teatral, a la altura de sus progresos culturales y de su acrecentada población, convirtiéndose en uno de los mejores del norte del Perú.

Contaba el antiguo Teatro con una sola fila de 19 palcos, divididos estos en dobles y sencillos, con banquillas de madera tapizadas de algodón.

La platea contenía 400 butacas, gran parte de ellas tapizadas también y todas confeccionadas en manera de fino cedro. Bajo la hilera de palcos se encontraba situada en la cazuela, llamada como en el antiguo Teatro de Lima “mosqueta”, y separada de la platea por una elegante verja de hierro forjado. Sus asientos consistían en varias graderías de ladrillo enlucidas con yeso. Su iluminación era entonces de velas de esperma, en bombas de cristal. Su capacidad total era de 900 personas.

No hubo compañía notable en la ciudad de Lima, que al dejar esa capital, de paso al puerto de Guayaquil, en el Ecuador, hiciera de escala en el antiguo puerto de San José en el “Teatro Principal de Lambayeque. Sabemos que cuando este atravesaba su mejor momento desfilaron por su escenario luminarias artísticas de primera línea en compañías de diversos géneros: operas, dramas y  zarzuelas. Ahí actuaron las compañías dramáticas de Arana y Sabaleta; de Guerra y La Rosa, del famoso Rendón; de Federico de  Pravia; Gray Duclos; Fernández Gómez.

La zarzuela de Risco, de Matey y la Coreografía de Casanova y la de Risco, etc.

Eran la época en las que la cultura se vivía a flor de piel. Buenos años aquellos. Hoy quisiéramos recordarlo.

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