- Una Pulga sideral finiquita al Alavés y lidera al Barça a un nuevo título en el adiós del técnico
No
ha sido la mejor temporada del Barça, la última de Luis
Enrique en el banquillo azulgrana. Pero el asturiano tuvo un adiós a la altura
de su trayectoria en estos tres años, sumando un nuevo título, el noveno de un
trienio mágico. Fue de nuevo la Copa del Rey, un trofeo que ha
ganado todos los años que ha estado en el Camp Nou, levantada la Copa al cielo
del Calderón ante un inexperto Alavés.
Dicen de la final de Copa que es el partido más atractivo del año.
Para las aficiones y también para los jugadores, consciente del ambiente
festivo que se vive en las calles de la ciudad de turno en las horas previas, y
en las gradas durante el encuentro. Así fue para el Alavés, que participaba de
la fiesta por primera vez en sus 96 años de historia. No tanto para el Barça,
más acostumbrado a estas lides y que atraviesa una situación muy delicada a
nivel institucional.
Durante
algunos días de la semana, parecía incluso que esta final “molestaba” en el
club azulgrana, batallando en otras guerras más desagradables. Luis Enrique, que se despedía del banquillo azulgrana en el Calderón, hizo
todo lo posible para aislar a sus jugadores del ruido exterior durante la
semana, intentando focalizar sus pensamientos en el Alavés.
El Barça aterrizó en la final
de Copa después de una semana muy convulsa a nivel institucional
A
pesar de su inexperiencia, el conjunto vitoriano se plantó en el Calderón con
el aval de su triunfo liguero en el Camp Nou y de su temporada más que notable
a las órdenes de Pellegrino. El Barça, por su
parte, lo hizo con las bajas de Sergi Roberto y Luis Suárez, sancionados. Dos huecos en el once que Luis Enrique cubrió como
se esperaba, con Mascherano y Paco Alcácer. Los dos acabarían siendo protagonistas por distintos motivos.
No
parece sentarle bien el Manzanares al central argentino, escorado en el lateral
derecho, especialmente en las finales de Copa. Si el año pasado era expulsado
ante el Sevilla, esta vez tuvo que abandonar el campo conmocionado recién
comenzada la final, después de chocar con Marcos Llorente. André Gomes saltó en su lugar y se destapó con su
mejor actuación como azulgrana.
Tardaron
ambos equipos en asentarse en el partido. Algo miedoso el Alavés, dejándose
dominar, aunque saliendo siempre a toda velocidad por las bandas buscando crear
peligro a base de centros laterales. No estuvo fino Piqué en fase de construcción, que regaló un
balón a Ibai que no acabó en gol porque el poste y
el destino se interpusieron en u camino, bordeando la línea de gol. Se libraba
Cillessen de salir en la foto por milímetros.
Contestó
rápido el Barça, con un disparo de Iniesta desviado por Alcácer que Pacheco desvió como pudo. Después de un inicio
algo lento, el partido se estaba rompiendo, un escenario que tampoco importaba
a los azulgrana, cuyos cañones era de mucho más calibre que los de los
vitorianos.
A
la media hora, comenzaron los fuegos artificiales. Los encendió Messi, que tenía una de
esas noches que a uno le hacen preguntarse de qué sirven los premios
individuales cuando hay un futbolista de otro planeta jugando con terrícolas.
Su pared en la frontal con Neymar, también muy
voluntarioso en la final, acabó con el balón yendo desde su mágica zurda hasta
la escuadra de Pacheco.
Se
las prometía felices el Barça, inaugurado el marcador a lo grande. Pero en tres
minutos, su sonrisa se tradujo en incredulidad cuando Theo, futuro jugador
del Real Madrid, enchufaba una falta desde una esquina del área hasta una
esquina de la portería. Poco pudo hacer Cillessen ante la obra de arte del lateral
marsellés. Explotó medio Calderón, teñido de azul, ante la posibilidad de
culminar una gesta sin precedentes.
Dos goles azulgranas al filo
del descanso desarmaron definitivamente al Alavés
Pero como había sucedido con el Barça, también poco le duró la
alegría al Alavés. Fue incluso peor en su caso, ya que cuando enfilaba el
descanso con el empate en la mente se topó de bruces con dos goles en contra en
apenas dos minutos que le dejaron al borde la lona. El primero, de Neymar,
iniciado con una recuperación de Iniesta, majestuoso en la noche madrileña,
continuado por los regates de Messi, la cabalgada de André Gomes y el remate
final del brasileño. Reclamado el fuera de juego por el Alavés.
El
tercero del Barça, aún antes del descanso, también lo diseñó Messi, encontrando
espacios donde no los había, y cediendo a Alcácer con una asistencia más propia
de Magic Johnson al valenciano, que culminó
como el buen delantero centro que empieza a asomar debajo de su camiseta.
No quiso entregar las armas el Alavés, batallador siempre al
límite del reglamento hasta el final. Pero sus naves no tenían la eslora
suficiente para entrar en el puerto azulgrana, bien custodiado. Apenas unos
minutos de desorden del Barça, pecando de relajación, permitió a los vitorianos
soñar con acongojar a su rival. Pero no tuvieron demasiada puntería y en sus
intentos desesperados, dejaban metros y metros de espacios a su espalda que
permitieron a Messi y Neymar cabalgar a sus anchas, aunque con poca
clarividencia en los últimos metros. Incluso Piqué se sumó, buscando su gol.
Mientras tanto, la afición del Barça coreaba el nombre de Luis
Enrique y el técnico respondía con aplausos. Eran sus últimos minutos como
técnico azulgrana y se permitió la concesión. El pitido de Clos Gómez finiquitó
su etapa azulgrana. Messi le había brindado una nueva Copa. La novena y la
última.
Fuente: LaVanguardia
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