“Hay negociaciones en
serio y otras para conquistar aplausos de la galería. La
de Vizcarra y Olaecheaes de estas últimas”.
Aunque Olaechea ha propuesto una agenda de cuatro puntos, el tema clave a discutir es el proyecto de adelanto de elecciones y el Gobierno no va a retroceder. La mayoría del Congreso, que ahora representa Olaechea, tampoco, por el momento. Así las cosas, la reunión solo servirá para que ambos traten de quedar ante la opinión pública como políticos razonables, preocupados por los problemas del país y poner a su adversario como intransigente.
En realidad, en el Perú se denomina diálogo a lo que es una
negociación, palabra que suena mal en nuestra sociedad heredera de la
hipocresía virreinal.
Otro de los indicios de que esta negociación no va a ninguna
parte es la forma como se ha planteado. Empezó con un llamado público de Olaechea,
prácticamente conminando a Vizcarra a dialogar.
Obviamente, Vizcarra no podía negarse, pero es evidente que no
le gustó la convocatoria y lo que ha hecho el Gobierno después es insistir en
que el adelanto de elecciones no es negociable, para que cuando se encuentren
no haya posibilidad de cambio sobre ese punto.
La propuesta de Olaechea para tratar temas
de interés ciudadano busca arrinconar a Vizcarra presentándolo
como ajeno a las preocupaciones de los peruanos. Pero cualquiera que sea el
resultado, esos asuntos no variarán el eje de la discusión ni las posiciones de
ambos.
Las negociaciones que realmente se toman en serio por regla
general empiezan de manera secreta. Primero algunos tanteos, luego reuniones
donde se ponen las cartas sobre la mesa, y al final algún acuerdo beneficioso
para las partes, que a veces se hace público recién cuando se ha concretado.
Un ejemplo de negociación es la que sostuvo Vizcarra con
los keikistas cuando estos pugnaban por vacar a Pedro Pablo Kuczynski (PPK).
Era importante para ellos garantizar que el vicepresidente asumiría el cargo de
su jefe, porque PPK había amenazado con el caos si lo destituían, ya que los
dos vicepresidentes renunciarían. Esa negociación operó, y Vizcarra reemplazó
a PPK.
Otra muestra es el entendimiento de PPK con los kenjistas
para frustrar la vacancia en diciembre del 2017 a cambio del indulto a Alberto
Fujimori. Funcionó y trataron de repetirla en marzo del 2018, pero los videos
de las tratativas se volvieron en contra de ambos negociadores que terminaron
aniquilados.
El diálogo entre Vizcarra y Olaechea se
parece más a los que sostuvieron, por ejemplo, los ministros de Ollanta Humala,
Juan Jiménez Mayor y Pedro Cateriano, con varios líderes y grupos políticos en
el anterior gobierno. Cuando empezó la ronda de conversaciones de Jiménez con
los partidos hace seis años, escribí que era “solamente una maniobra política”
del Gobierno para mejorar su aprobación y que no había “ningún interés real en
escuchar a los opositores o llegar a algún tipo de acuerdo con ellos. La
oposición también sabe eso y participa de la comedia con sus propios intereses
y objetivos. En realidad, es una farsa en la que finalmente todos buscan
engañar al público”. (“La República”, “Diálogo sin futuro”, 13/8/13).
Tres meses después, ese diálogo terminó en nada, sin pena ni
gloria. Igual propósito y resultado tuvieron las reuniones de Cateriano con la
oposición de aquel entonces.
Pero en el Perú parece que nadie aprende. Durante el
gobierno de PPK sucedió lo mismo. En esa ocasión reiteré: “Muchos políticos,
empresarios y analistas claman por un diálogo entre el Gobierno y la oposición,
específicamente entre el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y Keiko
Fujimori. Esa sería la solución al ambiente de crispación y enfrentamientos sin
fin que marcan la relación entre Ejecutivo y Congreso. En realidad, es muy
improbable que esa conversación, de producirse, pueda resolver el problema. […]
El diálogo solo será, en estas circunstancias, una jugada para las tribunas,
donde ambos tratarán de aparecer como apaciguadores, colaboradores y
constructivos. Y al día siguiente volverán a lo mismo”. (El Comercio, “La
ilusión del diálogo”, 1/7/17). Dicho y hecho, se reunieron el 11 de julio en
Palacio… y todo siguió igual.
En suma, hay negociaciones en serio y otras para conquistar
aplausos de la galería. La de Vizcarra y Olaechea es
de estas últimas.
El asunto es que nuestras élites no tienen la inteligencia
ni la prudencia para negociar razonablemente y encontrar salidas mutuamente beneficiosas.
La experiencia desde julio del 2016 a la fecha lo demuestra. Una crisis y
enfrentamientos permanentes –que no tenían motivos profundos, anclados en
grandes divergencias de intereses políticos o económicos, sino motivados por la
ambición, algunas mezquinas ventajas, la insensatez, los odios y resentimientos
de los más importantes protagonistas– que los ha descalabrado a ellos y está
haciendo naufragar al país.
Por: Fernando Rospigliosi
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