“Es muy obvio ya
–salvo para la coalición vizcarrista– que los golpes del siglo XXI no se
realizan con tanques en las calles. Es más, a diferencia de los golpes de
antaño, sus ejecutores intentan que pasen desapercibidos”.
(ElComercio) En su presentación del miércoles pasado, el presidente Martín
Vizcarra y el presidente del Consejo de Ministros hicieron lo que se
temía: aprovechando que ellos disolvieron el Congreso, anunciaron que
promulgarán decretos de urgencia que no tienen nada de urgentes. Es decir, el
gobierno “se estaría arrogando sin motivo las funciones que otro poder del
Estado por el momento no puede cumplir”, como bien precisó el editorial
de El Comercio. (31/10/19).
Y el propósito sería mejorar la “popularidad del gobierno y
del jefe de Estado” que pretende “identificar los beneficios políticos de los
anuncios con su propia figura”.
Era de esperarse, por supuesto. Si Vizcarra solo
ha aumentado su popularidad atacando al Congreso y ahora este no existe, tiene
que recurrir a ese tipo de tretas para subir su aprobación, dado que su gestión
es peor que mediocre y no hay ningún indicio de que mejorará en el futuro.
En otro plano, la decisión del Tribunal Constitucional
(TC) de admitir la demanda contra el golpe del 30 de setiembre
perpetrado por Vizcarra ha sido considerada por los voceros de
la coalición vizcarrista como una prueba de que en el Perú existe la más
absoluta y límpida democracia.
Eso es tan falso como afirmar que porque no hay tanques en
las calles no hay un golpe.
La admisión de la demanda por el TC no
cambia nada. En realidad ya no hay posibilidad de vuelta atrás, tanto porque es
muy improbable que el TC, cuyos miembros –casi todos– fueron
elegidos en un Congreso donde el humalismo era mayoría, se atreva a considerar
ilegal la disolución del Congreso y exija su restitución,
como porque si así fuera el gobierno no le haría caso.
Es muy obvio ya –salvo para la coalición vizcarrista– que
los golpes del siglo XXI no se realizan con tanques en las calles. Es más, a
diferencia de los golpes de antaño, sus ejecutores intentan que pasen
desapercibidos. Como dice el británico David Runciman, profesor de la
Universidad de Cambridge, “hoy tal vuelco antidemocrático ya no requiere de
tanques ni de soldados ni de detenciones”. Por el contrario, “lo que
caracteriza a los golpes del siglo XXI es que sus impulsores intentan ocultar
que haya cambiado algo”. En otras palabras, antes los golpes necesitaban dejar
claro que la democracia había terminado para triunfar, mientras que hoy
“necesitan fingir que la democracia se mantiene intacta”. (“Así termina la democracia”,
Paidós, 2019).
Que es exactamente lo que pretenden hacer creer Vizcarra y
la coalición que lo respalda.
Runciman detalla varios tipos de golpes que van extinguiendo
la democracia en el siglo XXI, entre ellos “la ‘expansión del Ejecutivo’,
cuando quienes están ya en el Gobierno van apropiándose de parcelas de poder de
otras instituciones democráticas que, aun así, no llegan a abolir. […] Para
tener éxito, los golpes promisorios y las expansiones del Ejecutivo precisan
que se preserven las apariencias de democracia, pues el golpe triunfará si el
pueblo cree que la democracia continúa existiendo”.
Como si fuera un retrato de la situación del Perú actual,
Runciman añade: “En concreto, la expansión del Ejecutivo cuando un líder
gubernamental fuerte va arrancando parcelas a la democracia sin dejar de
elogiarla de boquilla tiene todos los visos de ser la mayor amenaza para la
democracia en el siglo XXI”. Entre otras razones, porque “ambos (la democracia
real y la simulada) se parecen asombrosamente”.
Otra característica de este socavamiento de la democracia es
acudir a mecanismos supuestamente super democráticos como el referéndum: “El
recurso creciente a los referéndums en muchas democracias encaja en ese patrón.
Un referéndum parece democrático, pero no lo es. Los espectadores son
arrastrados puntualmente al escenario para dar un simple sí o un no a una
proposición en cuya preparación no han tenido participación alguna”. Así, “la
demanda popular de más democracia puede terminar teniendo el efecto contrario”.
Finalmente, dice Runciman, “‘democracia zombi’ podría
definir mejor el actual estado de cosas”.
Otrosí digo. Vizcarra anunció un
decreto para que no haya “más armas ilegales en las calles”. Un absurdo, porque
la ley actual prohíbe, naturalmente, las armas ilegales. El asunto no está en
la ley sino en la incapacidad de la Policía para hacer cumplir la ley. Pero es
obvio que esa medida no irá contra los delincuentes sino contra los usuarios
legales, contra los que sí cumplen la ley y son fácilmente identificables. Los
únicos favorecidos serán los delincuentes.

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