“Un país no progresa sobreviviendo, se requieren políticas públicas estables que nos lleven a mejoras reales en la calidad de vida de todos los ciudadanos”.
La última
semana fue de sinsabores y desconciertos. El lunes continuó la huelga de
transportistas por la ola de crimen que los afecta como a muchos ciudadanos;
todos tuvimos que ajustar nuestras agendas, reprogramar actividades o entrar en
modo virtual. Luego un feriado que terminó con un ataque violento a civiles en
una villa militar, incomprensible la ausencia de seguridad. El jueves el
Congreso defenestró a la presidenta de la República entre gallos y medianoche.
El viernes amanecimos con nuevo presidente, tal como manda el orden
constitucional, pero sin saber qué mandato tiene, pues su ingreso al Congreso
no fue por el voto popular, sino por ser el accesitario de otro presidente
inhabilitado. Los resultados de corto plazo en los mercados casi no se sintieron,
pareciera que vivir sin rumbo ha sido totalmente asimilado por la población.
Cuando se lo cuento a alguien foráneo, no me entiende. ¿Cómo el Perú puede
sobrevivir a una inestabilidad permanente?
Es solo
sobrevivir, mientras nuestros políticos estiran la pita de la legalidad y la
institucionalidad por conveniencia política, los peruanos nos vemos afectados,
porque la pobreza monetaria y multidimensional no se reduce, sigue alrededor
del 30% y la provisión de servicios como agua y saneamiento es deficiente. Los
ciudadanos caminamos por las calles con temor ante asaltos, robo de celular,
extorsión y sicariato. La incertidumbre puede que no afecte los mercados en el
corto plazo, pero las decisiones de inversión y consumo se alteran en el
mediano y largo plazo. ¿Cómo se invierte en un país donde las reglas se saltan
o no se cumplen? Si cambias presidentes argumentando incapacidad moral,
generando precedentes nefastos para el equilibrio de poderes y la estabilidad
democrática, pasamos a ser un país donde la confianza ciudadana y empresarial
se pierde y aprendemos a vivir sin esperanza, una sociedad donde prevalece la
fuerza sobre el diálogo. Podemos estar en desacuerdo con el accionar político
de quien nos gobierna, criticarlo por su ineptitud, pero saltarnos todos los
procedimientos explícitos en las normas es inaceptable.
Un país no
progresa sobreviviendo, se requieren políticas públicas estables que nos lleven
a mejoras reales en la calidad de vida de todos los ciudadanos. Para ello
necesitamos un real acuerdo nacional que fije un derrotero limpio y estable.
Nuestros políticos deben dejar de lado la guerrita sucia y el jueguito de
tronos porque empieza la etapa electoral. Necesitamos una actitud política
seria que se comprometa en perspectivas de largo plazo, sin sobreprometer, pero
que nos encamine al desarrollo.
Empecemos por
lo urgente, la seguridad ciudadana: se requiere que no haya impunidad
invirtiendo en prevención e inteligencia frente al crimen organizado, atención
a las zonas calientes, recortarles las fuentes de ingresos cerrando la minería
ilegal, fortalecer la vigilancia vecinal y la policía nacional. También un
sistema de justicia menos politizado y mejor capacitado para que cumpla
cabalmente su función. Para ello se requiere una economía sólida, que el nuevo
poder del Congreso en esta etapa electoral no lleve a los parlamentarios a
hacer un festín presupuestal al aprobar el Presupuesto 2026. Observemos las
recomendaciones recientes de la OCDE para encaminarnos nuevamente a una
economía saludable. Los votantes se lo agradeceremos, no podemos normalizar
esta inestabilidad, queremos honrar al Perú nuestro cada día.
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