Por: Juanita Kremer |
Y digo que es una familia
habitual porque la cantidad de madres solas en Colombia es impresionante y va
en aumento. Ellas son las autodenominadas ‘verracas’, que se encargan solas de
sus muchachitos y que deciden no dar la pelea para que el padre responda
porque, primero, el proceso legal es tedioso y, segundo, por orgullo: si él no
quiere responder por su hijo, pues que no lo haga, porque yo puedo sola y el
amor por estas criaturas me hace invencible.
A mí me tocó una de esas
familias y, después de años de preguntarme por qué mi papá me había abandonado,
decidí que esa situación no me definiría como mujer y no marcaría mi futuro
como muchas creen que debe ser. Claramente, me trajo muchos problemas no crecer
con una figura paterna, pero eso no determinaría mi camino como si de magia
negra se tratara.
Me casé con un hombre
complejo, enredado pero sencillo, amable pero gruñón, tierno como un peluche,
pero seco como lengua de loro. Un tipo callado, pensativo, melancólico,
ambiguo, pero, sobre todo, excelente papá. Pienso que hacemos un equipo
maravilloso de crianza, nos complementamos a la perfección, cuando de nuestro
hijo se trata, y al lado de él he entendido la importancia de un papá en la
vida de una persona.
Y sí, hay muchas mujeres
invencibles y autosuficientes que se forjan a punta de hierro caliente por los
hombres ‘abandonadores’ (en mi casa tengo dos ejemplos de estos que respeto
profundamente), pero también abrí los ojos después de casarme y me di cuenta de
que no todos los hombres son como mi papá o como muchos otros que sencillamente
se van. Pude conocer otros ‘machos’ que saben hacerles mejores trenzas a sus
hijas que la mamá, o que les enseñan a los bebés a pasar la noche derecho sin llorar.
También están aquellos que llegan cansados del trabajo y aprovechan al máximo
la última hora de su retoño despierto para contarle cuentos. Y los que se
despiertan muy temprano al otro día para pintar con ellos antes de empezar la
jornada laboral de nuevo.
Esto va más allá de la
idea social del papá y la mamá juntos bajo un techo. Independientemente de si
esa relación sentimental dura o no, siempre serán padres y la responsabilidad
no se borra, así les reseteen la cabeza. Nadie logra dar un 100%, pero un papá
y una mamá trabajando juntos en la crianza de un niño o una niña completan un
99,9%.
Sí, las mujeres podemos
solas, y los hombres también, pero juntos criando seremos mejores para nuestros
pequeños. Y no es solo la plata, es el tiempo, la compañía, las palmadas en la
espalda en los momentos difíciles, los consejos en situaciones complejas y el
amor incondicional que hay para dar. Todo eso no se puede meter debajo de un
tapete y olvidarlo.
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