En el mundo del
fútbol donde existe tanta pasión también está siendo afectada por la corrupción
de grandes instituciones como la constructora Odebrecht.
(Internet/Medios) El fervor futbolero se volvió a despertar en la región con la
reciente Copa América, a pesar de que el torneo comenzó con la noticia de
Michel Platini, el ex presidente de la Unión de Asociaciones Europeas de
Fútbol (UEFA), había sido detenido en París.
Platini, tres veces Balón de Oro y expresidente de la UEFA entre
el 2007 y 2015, fue arrestado a mediados de junio por orden del Fiscal Nacional
de Finanzas y durante horas debió responder a un interrogatorio, dentro del
marco de la investigación que sigue en torno a la elección de Qatar como sede
del Mundial de Fútbol en 2022.
Se conoce que 16 ejecutivos de la FIFA, de los 24 que votaron a
favor de Qatar, han renunciado o han sido suspendidos por estar bajo
investigación. Michel Platini fue uno de ellos que votó a favor.
Las sospechas que originaron la investigación de la justicia
francesa podrían terminar en una revisión de la decisión de la FIFA sobre la
próxima sede del campeonato.
La pesquisa que involucra al ex astro de la escuadra azul se suma
a otros hechos sospechosos que estallaron hace poco en las asociaciones
nacionales de fútbol. La redonda, que tanta pasión genera, pareciera no ser el
único ámbito que se estaría manchando. La explosión neutrónica ocasionada por
las delaciones sobre el accionar de la empresa Odebrecht ha sido un indicador
claro de ello. La evidencia de este caso nos sugiere que estamos conviviendo
con una sustancia cuya expansión amenaza con colonizar, condicionar y corroer
la dinámica económica, política y social sobre la que se asientan nuestras
democracias.
La percepción ciudadana, según vienen registrando distintos
estudios de opinión, ubica a la corrupción como uno de los principales temas de
la agenda pública y uno de los mayores desafíos que enfrentan las instituciones
con las que contamos. Nuestros compatriotas saben que este asunto pone en vilo
nada menos que las posibilidades reales de poder avanzar hacia una senda de
desarrollo inclusivo que nos resulta esquivo.
Las respuestas que las autoridades peruanas están impulsando para
ello incluyen loables esfuerzos encaminados a dotar de mayor capacidad y
músculo a distintas instancias estatales. La reforma en marcha del sistema de
justicia, que incluye un nuevo procedimiento para la designación y remoción de
magistrados y fiscales, es probablemente el esfuerzo de mayor calado y aliento.
La creación de la Secretaria de Integridad, en la órbita de la Presidencia del
Consejo de Ministros, es otro hito en ese camino en el cual se pone en el
centro del debate el estado y la fortaleza de sus instituciones para prevenir
actos de corrupción y aplicar sanciones efectivas.
La comunidad internacional, a través de sus agencias y organismos
especializados, está intentando contribuir con ese esfuerzo nacional mediante
una serie de promisorias iniciativas. El programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo se ha propuesto impulsar, en regiones como Ancash y Huánuco,
plataformas integradas por distintos niveles de gobierno y diversos actores
sociales desde las cuales diseñar respuestas innovadoras. El objetivo es que la
inversión pública, principalmente aquella que debería beneficiar a los sectores
más vulnerables, se canalice mediante mecanismos que aseguren mayor
transparencia y que eviten sobrecostos y contratiempos de ejecución.
El colosal desafío que representa la corrupción en países como el
Perú requiere de un amplio compromiso social que se traduzca en un decidido
apoyo al diseño e implementación de soluciones innovadoras. Para ello, la
ampliación del debate sobre reformas y la inclusión de todos los sectores de la
sociedad en este proceso, como muestran valiosos ejemplos que se han
implementado para enfrentar la corrupción en otros lugares, contribuirán a
fortalecer el camino reformista que vienen impulsando las autoridades peruanas.
Es que allí se juega la copa más importante en la que está jugando el Perú.

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