POR: MARISOL PÉREZ TELLO
* No nos piden discursos. Nos exigen responsabilidad. Tendrían que escucharlos un poco más y quizá entenderían.
¿Cómo debió ser la transición?
Se argumentó que la
señora Boluarte debía ser vacada por no haber enfrentado la inseguridad
ciudadana. Sabemos que razones sobraban desde el inicio, y la estrategia de
resistir hasta el último año para impedir el cierre del Congreso fue evidente.
Este Congreso, que vacó a Dina Boluarte en horas y ahora es crítico de todo, es
el que antes la blindó para que permaneciera en el poder, porque les convenía.
Junto con ella retrocedieron en la lucha contra el crimen organizado y
consolidaron lo que hoy es inocultable: un pacto. Pacto que llaman mafioso,
pacto que sin duda garantiza impunidad, pacto que sirvió para sostenerse a
cualquier costo.
Hoy es todo el poder concentrado y en etapa electoral.
Si realmente se aspiraba a una transición tras la vacancia,
con seguridad, elecciones limpias y estabilidad económica, debió convocarse a
las fuerzas políticas no para sostenerse, sino para entregar el poder a quien
condujera estos meses nuestro país, con serenidad y prioridades claras. La
seguridad no se garantiza con estados de emergencia, toques de queda o
amenazas, sino con acciones concretas y una estrategia que trascienda al
próximo gobierno.
La legitimidad no nace del cálculo, sino de un proceso
electoral sin dudas. La economía no se estabiliza ignorando las alertas del
Consejo Fiscal mientras se aprueba un presupuesto en medio de cuestionamientos.
Hoy, las marchas de los jóvenes nos recuerdan la
indignación y el hartazgo. No nos piden discursos. Nos exigen responsabilidad.
Tendrían que escucharlos un poco más y quizá entenderían.
La transición debió ser un acto de valor, de renuncia y de
servicio al país; requería un líder para eso, pero la mediocridad eligió la
subsistencia en el poder sobre el bien común. El costo más alto ya está
pagado: vidas que no volverán.

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