Monseñor Miguel Cabrejos, Presidente de la Conferencia
Episcopal Latinoamericana.
Monseñor Miguel Cabrejos. Arzobispo de Trujillo, presidente
de la Conferencia Episcopal Peruana
El presidente Vizcarra acaba de reunirse con los obispos
en medio de una crisis política que no parece tener cuando acabar. Eso es
común…
Por aquí han pasado la mayoría de los presidentes de
la República. Es la segunda vez que viene el presidente Vizcarra. Ha
sido un diálogo fraterno, humano, hizo el enfoque de la realidad del país;
nosotros escuchamos y como siempre hemos dicho que en la relación Iglesia-Estado nos
une un objetivo, que es la persona humana, el bien común. La Iglesia siempre
ha apostado por la democracia y la defensa del Estado de derecho y
la institucionalidad, pero básicamente lo que nos une es el bien de la persona
humana, del Perú.
En ese marco dialogaron...
Sí. El Episcopado ha estado en pleno. Yo le decía “aquí tiene
a todo el Perú”, desde el punto de vista eclesial porque estaban los obispos de
todas las jurisdicciones y, de alguna manera, la Iglesia es una caja de
resonancia de todo lo que sucede en el país.
¿Tocaron la crisis política?
También. Los obispos queremos sacar un
comunicado, pues frente a la crisis política y social, y sus efectos en la
sociedad y en la economía, urge tomar un camino de diálogo, fundado en los
principios de unidad, paz, solidaridad, justicia, por ser las bases sólidas de
una sociedad que mira al futuro y se esfuerza por construir el bien común.
Ese llamado es para todos, incluyendo al Congreso, ¿no?
Para todos. Para el ciudadano, el Ejecutivo, el Legislativo,
las clases políticas. Este es un llamado absolutamente a todos porque somos un
país de todas las sangres, como dice la famosa frase, somos un país multiétnico
y pluricultural. Todos somos peruanos y nos toca trabajar por una vida digna,
sobre la base de la interculturalidad, para que haya una integración social
desde la realidad de nuestra inmensa, variada y rica geografía.
... que también genera conflictos…
Es una variada, rica e inmensa geografía cuyas riquezas
debemos saber administrar priorizando las necesidades de los más débiles y
marginados. A pesar de esta crisis, hay una perspectiva llena de esperanza, que
apuesta por los procesos de integración y construcción de la identidad peruana.
Y hay un elemento quizás nuevo en la reflexión que hacemos, y es que con
frecuencia aparece como problema la relación entre la seguridad jurídica y
económica, requerida por las grandes inversiones, como la minería, por decir un
caso, pero también las demandas ambientales que priorizan la agricultura y
la seguridad de las poblaciones vulnerables.
Como el caso Tía María…
Sí. Aquí están los dos elementos. Frente a esto, señalamos
que urge encontrar nuevos puntos de equilibrio que tengan como objetivo el bien
de todos. El Estado, las empresas y las organizaciones sociales
deben llegar a acuerdos concretos mediante el diálogo justo y sin violencia de
ningún tipo, que no conduce a nada.
No es fácil. Usted vio el conflicto por Las Bambas, pese
a que tenía licencia social…
Sí, pero allí hay un matiz. Los comuneros de Fuera
bamba estaban satisfechos con la empresa minera inicial, se le levanta
cuando llega la segunda empresa que rompe todos los esquemas. El tema es que el
Estado debe garantizar que se cumplan los parámetros adecuados y la
responsabilidad social. Perú tiene una inmensa riqueza pero debe haber
parámetros equilibrados, correctos, justos.
¿Cómo convencer a Islay que acepten Tía María, si
Southern ni el Estado cumplen?
Ese es el punto. En Fuera bamba juntamos a
los comuneros, a los responsables de la mina y al Gobierno. Este
diálogo de a tres es importante, y sí es posible. En Fuera bamba se
establecieron 9 mesas de trabajo; no han resuelto todo, pero están avanzando.
Ese es el camino de diálogo auténtico, pero ahora se ha sumado una crisis
política.
¿Cómo llevar este entendimiento al campo político, en el
que atravesamos una crisis?
Le preguntamos a las autoridades y a la población: si por un
lado afirmamos que amamos a nuestra patria, nos interesa la vida y el futuro de
los ciudadanos, ¿seremos capaces de dar muestras de desprendimiento político,
social y económico a fin de transitar o hacer el camino hacia el desarrollo
integral?
Es una pregunta para el Congreso, o el fujimorismo…
Es para todos, para todos los partidos, para el Congreso,
para el Ejecutivo. La segunda pregunta es ¿queremos contribuir al buen
entendimiento de los poderes del Estado, la clase política y la sociedad civil,
de modo que prime la ética en la política? Esta es una invitación a “saber
renunciar a mi posición, a mi punto de vista” por el bien común, por la
identidad peruana, por el progreso del país.
¿Ve perspectivas en la reunión entre el presidente
Vizcarra y el titular del Congreso por el adelanto de elecciones?
Hay que saludar este deseo de encontrarse, pero no basta con
eso, sino debe existir la capacidad de renunciar por el bien del Perú.
¿Qué implica eso: que se adelanten o no las elecciones?
No le puedo dar la receta porque no nos corresponde. Pero
deberían sentarse y decir qué es lo mejor para el Perú, preguntarse “¿debo
renunciar yo o el otro?”. Están para servir al país y por eso deben buscar lo
que el Perú necesita. Ese es el punto fundamental.
El 70% de peruanos quiere adelantar las elecciones…
Eso es clarísimo. Antes de responderle a eso, hacemos un
llamado a la responsabilidad y solidaridad de todos los actores y sectores en
estos momentos cruciales que vive el país. Como ha dicho el papa Benedicto, la
Iglesia no puede quedarse al margen de la lucha por la justicia. Por eso nos
pronunciamos. Las autoridades, los partidos, deben escuchar el grito de los pobres,
de la población, y con esto no estoy inclinando la balanza, digo que se debe
escuchar para discernir qué es lo mejor para el Perú.
¿La reunión entre Vizcarra y Olaechea puede ser el
inicio?
Debería serlo, pero no basta el encuentro, sino discernir lo
que es lo mejor del Perú y actuar. En esta tarea estamos todos: Legislativo,
Ejecutivo, sociedad civil y la Iglesia.
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