Le pregunto a usted lector ¿Cómo es posible que la descendiente de un ilustre personaje que presidió Naciones Unidas, formada-ella- en universidades de Francia y que exhibe además el paso por ciertos organismos públicos, como hitos de su vida política del Perú, hable incoherencias, mejor dicho “disparates”, que la tumban de su pedestal y se inscriben en las páginas de la mediocridad, la mentira y la exageración dignas de un payaso de corto pelo?
Me refiero a la actual ministra Hania, de nombre tan raro
como su pedido al pueblo de Juliaca, para que se dedique a orar con el
propósito de que ella y su gente, no caiga en el vicio de la corrupción y el
robo de recursos públicos. ¿Sería tal vez lo que se conoce como “a confesión de
parte, relevo de pruebas” o talvez es un grito de conciencia que le impulsa a
denunciar, de ese modo tan peculiar, a todos los demás, que realmente estarían
robando?
Son misterios del hablar público actual y del poco manejo
que tienen muchos gobernantes nuestros, que en estos dos últimos años se ha
expandido, tal vez como resultado de la pandemia y de la consecuente
intervención del virus en sus procesos de coherencia. Pobrecitos entonces.
Pero, oiga, no estamos hablando de una persona que se
encuentre recluida en un centro psiquiátrico, sino que estamos hablando de
gente que maneja recursos públicos y desde unos años atrás ha dibujado, con
memes, la imagen grotesca que ahora tienen los ministros, la presidenta, los
gobernadores y alcaldes del país, por su comportamiento errático y por decir lo
mejor, “lunático”.
Vivimos ahora en un ambiente político lleno de lo que, de
acuerdo al habla local, podríamos llamar “gaferas”. Sume usted el discurso de
la señora Hania y lo del gato ron ron y lo de la venta de carne de burro a
China. De esa combinación sacará usted sus conclusiones, pero antes de probar
el trago amargo, agréguele las mentiras, exageraciones y mensajes triunfalistas
que los responsables de trabajar la imagen de nuestras autoridades difunden sin
ninguna responsabilidad.
Con todo eso en una licuadora podrá comprender lector cuál
es el motivo para que el ciudadano haya perdido toda la confianza en sus
dirigentes. Ya no sabemos qué propósito tienen de su día a día. ¿Será que
inician sus labores pensando en cómo defender a sus amigotes o quieren
denunciarlos ya, así al disimulo, como parece que se le ha ocurrido hacerlo a
la ministra? Porque si lo que dice la señora Hania es un mensaje oficial, será
mejor que nos pongamos a orar todos por los congresistas, por los gobernadores
regionales, por los alcaldes y por sus gerentes, para que los pobrecitos no se
vean tentados ni por la apropiación ilícita ni por las sustancias prohibidas.
Muchas cosas no cuadran en la imagen que teníamos del
Gobierno en el Perú y ni el pollo, ni el gato ni el burro parecen entrar en esa
foto de la realidad nuestra al 2024 que ya nos aburrió, al extremo de mejor
dedicarnos a correr el agua y jalar las cadenas. También puede ser que nos
vayamos de viaje y muy lejos, hasta la China.
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