La señora Boluarte se fue a Suiza. Y con bastante desparpajo
quiso contar a los asistentes al Foro Económico Mundial en donde estuvo, que el
Perú que ella gobierna por accidente, es muy estable y seguro y un poco más lo
describe como un paraíso.
Seguramente alguno de los que le soplan al oído le avisó
inmediatamente que en Suiza el idioma castellano es muy popular, pero además
que los traductores automáticos existen y que la globalización no significa
inflar una burbuja rosada, sino que consiste en mantener una información
permanente y en línea sobre todo lo que ocurre en cada punto del planeta.
Pinocha ampayada, la señora sin relojes que exhibir, debió
admitir que la inseguridad ciudadana ha crecido, pero, como siempre, culpó a
los demás, a los países vecinos, argumentando que no es un problema del Perú
sino de otros americanos.
Eso significa que la señora vive en su burbuja y que se cree
muy en serio que es una lideresa conduciendo a un país exitoso hacia una
economía mllonaria.
Esos mismos asesores que le soplan al oído para que no siga
diciendo disparates, deben explicarle con paciencia y con figuritas que lo que
pone al Perú en vitrina no es su gobierno tan deficiente sino el hecho de que
el país nuestro sigue siendo el banco de oro, del litio, del narcotráfico y
también de todos los vicios que la naturaleza humana ha inventado.
Perú nuestro de todos los días está ahora en el centro de un
eje de interés asiático que ha descubierto en su cercanía los tesoros de una
nación desordenada en donde el primero que ponga el pie firme en su territorio
se hará dueño de sus riquezas inmensas, abusando del divisionismo interno y del
terror que gradualmente encierra a todos los habitantes en sus casas, en tanto
los extranjeros gozan de todas las facilidades pues ahora, gracias a la
gentileza y los convenios que el gobierno ha suscrito, ni siquiera se exigen
visas a los visitantes de otros países bajo el pretexto de que es una situación
temporal que no se puede prolongar más allá de quince días.
Es decir, el sicario armado o desarmado puede ser, no
importa porque acá compra todo a los malos elementos del propio ejército
descubiertos, ingresa tranquilamente al Perú hoy, coordina sus acciones,
asesina a cuatro gentes y se va en menos de quince días después de haber
entrado por alguna puerta falsa y salido bajo las propias narices de los que
dicen cuidar con mucho celo las fronteras.
Este Perú señora que es Presidenta, es un lugar en donde se
roban los equipos de los hospitales para negociar en el mercado negro de la
salud que tiene como esclavos persistentes a los pobres pacientes que caen
dentro de su sistema.
En este Perú tan exitoso que usted proclamó en Davos, Suiza,
la vida y la salud nada valen. Y los negocios tienen que contar con elementos
de protección tan igual como sus dueños deben vivir armados si quieren
sobrevivir antes de que la enorme succión del puerto de Chancay envíe a China
todo lo imaginable que se puede extraer del país, arrastrando hasta los
cadáveres que van a caer en su camino.
No es broma ni es negativismo. Si la señora Boluarte y su
gabinete reciben clases urgentes de historia se descubrirán a sí mismos en los
Felipillos que se alquilaron y siguen haciéndolo, a cambio de una pequeña cuota
de poder y a quienes nada más les importa que llenarse las cuentas con los
dólares o yuanes que caigan para sus bolsillos y los de sus herederos.
Historias de emperadores antinacionalistas que, con su
poder, mandaron a escribir cuentos de héroes de papel para que todos los demás
ingenuos nos creamos el cuento de que fueron libertadores o constructores de
una grandiosa, dizque Patria, firme y feliz por la unión pero quebrada en su
interior por la ambición de una serie, así contínua y nunca interrumpida, de
verdaderos ladrones.
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