Treinta y tres días después de la elección del cardenal Robert Prevost Martínez como el nuevo jefe de la Iglesia Católica, ésta sigue dando que hablar y encendiendo los fuegos artificiales más duraderos de la historia de la república del Perú, el departamento de Lambayeque, la provincia de Chiclayo y distritos donde el exobispo de la diócesis de la 'Capital de la Amistad' realizó obra pastoral.
No hay que ser
sabio ni estudioso para decir que Lambayeque no está preparada para recibir a
tanto turista por la creciente ola llamada León XIV. Calles sucias y
abandonadas. Inseguridad por doquier. Tráfico espantoso y desorden absoluto. Y
hay más que solo la rica comida de esta parte del país y el don de gente de los
lugareños, maquilla.
En una rápida
mirada, podemos decir que la oferta hotelera no alcanza, que los restaurantes
parecen no preocuparse para adaptarse a los nuevos retos, que el ordenamiento
es un vocablo que no existe y que la infraestructura nueva no llegará a
diciembre 2026 o enero de 2027, fechas en las que se estima el arribo de León
XIV al Perú esperando al nuevo gobernante pues en Roma no quieren saber más de
Dina Boluarte.
El león se come
a Chiclayo y ninguna autoridad parece darse cuenta. O, quizá, fingen demencia
ante la avalancha de tareas que no podrán completar por ineptitud, performance
en el gasto público o alguna campaña política venidera.
Sobre las
autoridades hemos visto en redes sociales, medios de comunicación tradicionales
y digitales, que han ofrecido cosas que solo lindan con lo fantasioso, lo
surreal y mentiroso. Hablan de hacer grandes obras, de poner óvalos y pasos a
desnivel, de instalar módulos en el Vaticano. De cualquier cosa menos de la
realidad. En peruano puro y duro: nos están cojudeando.
He seguido con
atención, como ciudadano informado más que como una persona que da noticias,
los vagos ofrecimientos y propuestas del gobernador Jorge Pérez que un día es
experto en licitaciones internacionales, al siguiente en turismo, al tercero en
infraestructura, al cuarto en religión, al quinto en gobierno nacional, al
sexto en gastronomía y al sétimo descansó.
Pérez ha dicho
que puede hacer todo y lo puede hacer bien; sin embargo, aún recuerdo como mis
paisanos de Monsefú siguen esperando desde 2023 la obra del 'marineródromo' que
anunció con bombos y platillos en el Fexticum de ese año. Con 3D incluido,
engatusó a más de uno. Ni hablar del 'cumbiódromo' o la estúpida propuesta de
cambiar el nombre de una avenida emblemática que, por reacción de la población,
quedó en palabras.
A 18 meses de
culminar su gestión, pero que en realidad serán solo 140 días más pues dejará
el cargo en octubre para postular al Ejecutivo y Congreso, sus palabras se las
llevará el viento pues sabe que los plazos para elaborar expedientes,
licitarlos, construirlos e inaugurarlos no le van a alcanzar.
Ofrecimientos
que se convertirían en pecados si Prevost los hubiera oído como confesiones en
el Vaticano cuando recibió a la delegación peruana a los que tuvo- como dijo mi
extintaabuela- que "pelar las muelas" porque la diplomacia y la
educación siempre van por delante.
Pérez no ha
dicho que quiere ser candidato. Pero todos los saben. Su círculo más cercano,
también. Y no es delito aspirar a otros cargos, pero sí el hecho de abandonar a
una población a la que dirige con votos prestados. Quizá por ello no siente
culpa ni ganas de golpearse el pecho.
De la alcaldesa
de Chiclayo, Janet Cubas, no hay más que hablar: su pobre desempeño y el de sus
regidores son un castigo, los mismos que son refrendados en los ránkings de
ejecución presupuestal. Ofrecer cambiar una institución con 20 años de
historial de corrupción era un asunto serio que no la dejará avanzar pues ese
cáncer no se ha extirpado.
Junto con Dina
Boluarte compartirán el mal recuerdo y el olvido de haber sido las primeras
mujeres gobernantes con más problemas que resoluciones. Claro, la diferencia es
que Cubas no tiene estallidos sociales ni Rolex pero sí todo el reloj en
contra.
Mientras el
tiempo pasa, la mala gestión de los residuos sólidos seguirá quedando tan igual
que el desorden causado por los ambulantes que hoy ocupan, sin temor a Dios, la
avenida Balta. Del tránsito que sigue siendo mal manejado y de las obras que ni
fú ni fá.
En los
distritos aledaños ni hablar. A pesar de tener agua por horas, poca oferta
hotelera, calles y playas sucias, bailes por doquier, conflictos en la interna
de sus instituciones y otros tantos, siguen vendiéndonos a un Disney que solo
llega a ser juego de feria patronal.
Es tiempo de
organizarse, de echar una mano y solucionar lo urgente. Lo básico. Lo que en
realidad se necesita. No podemos ofrecer rica comida si no tenemos agua para
lavarnos las manos o cuadrillas de obreros que en lugar de recoger la basura
protesta por sus haberes.
No podemos
ofrecer exquisitos panes, si no impulsamos a la industria en su conjunto. No
podemos decir que somos los mejores en artesanía cuando los relegamos, dándoles
calles rotas y pocas condiciones para avanzar.
Pero tampoco
podemos ofrecer más, si los ciudadanos no empezamos por hacernos cargo de
elegir bien y los periodistas de hacer el verdadero trabajo de decir quién es
quién.
Hay mucho por
hacer. No todos los días tenemos un papa gringo con corazón norteño.
Chiclayano. Monsefuano. Motupano. Etenano. O el gentilicio que le quiera poner.
El momento es ahora. No es mañana ni pasado porque, como coloquialmente
decimos, de esta no hay otra.
Salvo mejor
parecer...
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