No,
señor Vargas Llosa. Usted no solo se equivocó al promover vehementemente la
candidatura de Kuczynski. Porque usted hizo lo mismo al impulsar las
postulaciones presidenciales de otros dos amigos suyos: Alejandro Toledo
Manrique y Ollanta Humala Tasso. En síntesis, usted aprovechó la simpatía que
le guardaba un sector de la sociedad peruana y, además, abusó de la repercusión
que tienen sus palabras para una prensa ligada estrechamente a la corrupción
del caso Lava Jato.
Usted indujo a mucha gente a votar por estos tres candidatos de
su preferencia que acabaron indignamente corrompidos por el affaire Odebrecht.
Aún más, para que usted lo tenga siempre presente. A lo largo de muchos años la
corrompedora Odebrecht financió a los medios peruanos –
con los cuales usted se siente tan cómodo– colocándoles avisos
innecesarios pero reveladores de sus afanes de penetración y su influencia en
dichos medios de comunicación. Esto mismo ha ocurrido con las ONG que manejan
la prensa de hoy –como Ippys– que en forma tácita les ha confiscado las
direcciones periodísticas a sus dueños para apoderarse del control del país.
Pero a
estas alturas de su vida, cuando usted ya ha dejado de aparecer en los espacios
literarios del periodismo internacional –porque más bien ha sido trasladado a
las páginas de las revistas de chismes y frivolidades–, usted debería ser
sincero con los peruanos reconociendo que a estos tres exmandatarios –que hoy
están imputados por la Justicia acusados de estar comprometidos en el asalto
más grande que ha sufrido el Estado peruano– usted los promovió descaradamente
no para que gobiernen como merece el Perú sino para aplacar el odio visceral
que ha carcomido su intelecto. Pero no. Usted jamás ha sido sincero con este
país. Usted siempre ha sido –y es– una persona vanidosa que sólo ha
sabido ponerse por delante de los intereses de los peruanos, a quienes ha utilizado
de muy mala manera precisamente para saciar esa sed de venganza suya.
La
verdad es que al marqués Vargas Llosa solamente le interesa hacer política en
el Perú como tratamiento sicológico para intentar sosegar sus enormes
frustraciones en este terreno –el político– en el cual siempre le ha ido tan
mal en la vida. Quien sostiene esto no es solo este escriba, sino la comunidad
intelectual internacional. Quien a hierro mata…
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