La
directora de Acción contra el Hambre Perú, América Arias, presenta una nueva
edición de la campaña 'Restaurantes contra el hambre' y comparte su balance
sobre las tareas pendientes en la lucha contra la desnutrición y la anemia
infantil.
(LaMula) Hay elecciones simples que hacen la diferencia. Hay platos de
comida que no solamente sirven para satisfacer hambre o un antojo. Hay unos que
pueden salvar vidas. Hace ocho que Acción
contra el Hambre (ACH) encontró en su propuesta de Restaurantes
contra el Hambre una herramienta para continuar con su misión y una oportunidad
para hacernos parte a todos de una tarea urgente: combatir la anemia infantil
que en el Perú tiene cifras alarmantes.
América Arias, directora país de la
organización conversó con la mula.pe para presentar esta octava edición de una
campaña a la que se han unido más de 200 establecimientos en 11 regiones
incluyendo en su carta el #PlatoSolidario que
asigna un porcentaje para la prevención, diagnóstico y tratamiento de la
desnutrición en los proyectos de la ONG. La especialista compartió, además,
algunas de sus impresiones sobre las tareas pendientes para ganar la batalla
contra estas dos graves amenazas para el desarrollo.
“Creo que hay mucha voluntad de
las personas para ayudar. Cuando encuentran la forma de hacerlo, no dudan. Y
eso es lo que estamos buscando facilitar: que los que quieran ser actores del
cambio, lo puedan hacer”, dice América.
Con más de 15 años de experiencia
en escenarios tan distintos como Malawi (África), España o Brasil, esta mujer
de padre peruano y criada en Madrid, regresó al Perú cargada de conocimiento
para poner manos a la obra en las tareas pendientes y aportar sobre lo ya
avanzado. “Yo ya había trabajado en varias consultorías en el sector hace
algunos años y he visto cómo en el Perú se han hecho grandes avances en el tema
de la desnutrición e incluso se ha convertido en un ejemplo. Se diseñaron
planes que dieron sus frutos. Sin embargo, para combatir la anemia, el abordaje
es más complejo”, reconoce.
¿Por qué si existen planes y herramientas que han probado su eficacia,
las cifras sobre desnutrición y anemia infantil no terminan de tener ese
descenso contundente que debieran?
“La anemia necesita un abordaje
multidisciplinario. Hay que ver muchas aristas que van desde composición de
unidad familiar, sus condiciones de vida, su acceso a servicios básicos, sus
herramientas de sustento. No es suficiente con atender el problema concreto si
el entorno no favorece. Además, sus indicadores son muy sensibles: en cuanto
dejas de hacer algo bien, suben rápidamente”, dice.
Aunque los signos y síntomas no tardan en aparecer, no es del todo
sencillo que una madre o padre los detecten rápidamente. Por eso, tantos niños
conviven con ese mal, por lo que es tan necesario que las instituciones
estatales sean sólidas y verdaderamente útiles a los objetivos planteados en
los planes sectoriales. (El Perú tiene un Plan
de acción 2017-2021 para la lucha contra la anemia y la desnutrición).
¿Qué hemos hecho bien y qué debemos mejorar para que los avances
se mantengan, para que que el camino recorrido no se desande?
“Perú tiene muchas fortalezas, ha
incorporado muchas prácticas de otros países y lo ha hecho bien. Lo que hace
falta es darle continuidad a sus políticas. Es un país que está en un proceso
de cambio, ahora ya es considerado en la lista de los de renta media, ya
recibió mucha cooperación y lo que necesita ahora es incorporar en su
estructura a esos actores externos.
Hay una carencia en los niveles
medios de gestión estatal. Se trabaja mucho con personal externo cuando lo que
se necesita son equipos a mediano plazo, que conozca a fondo el proceso. Una
alta rotación en los puestos medios siempre dificulta la implementación de las
medidas, porque cada vez que hay un cambio hay una revisión de todo lo
avanzado”, concluye.
Los proyectos de ACH en zonas con
altos índices de anemia y desnutrición (Ayacucho, Puno) han demostrado con
resultados que es posible revertir la situación de alarma. Sin embargo, lograr
la continuidad y regularidad en estos avances es una tarea que requiere una
suma de voluntades que aún no terminan de afianzarse.
“Nuestra relación con el Estado
es exitosa, trabajamos de manera coordinada concentrados en fortalecer
capacidades y dar herramientas para mejorar pero el problema es que cuando hay
cambios de gobierno, muchas veces las nuevas autoridades no continúan con las
políticas. Hay que trabajar en el fortalecimiento institucional. Ese es uno de
los ejes sobre los que trabaja ACH más que la problemática misma del combate a
la anemia. Porque sabemos que sí se hace así, si ellos se compran la lucha y
saben cómo dirigirla es que es que logran los resultados”.
Y aunque a veces los plazos de
los proyectos sean largos y demanden un ejercicio de paciencia y compresión,
los resultados les alientan. Pueden tardar dos años formando alcaldes, pasar
varios meses intentando generar una mesa de diálogo entre los actores
involucrados o profundizando en los saberes de las comunidades. “Nosotros
trabajamos con la comunidad en el diseño de modelo. Nuestros recetarios son un
resultado no una herramienta. Ellos saben de su riqueza, han sobrevivido y se
han adaptado a ciertas condiciones que para nosotros pueden parecer
inimaginables y ahora lo que necesitan es tener un apoyo para recuperar ese
conocimiento y mejorar condiciones en su calidad de vida”.
Con esa metodología de trabajo
han logrado, por ejemplo, que en Santiago de Lucanamarca ( Ayacucho) los
índices de anemia se reduzcan en 11 puntos ( de 37.9% a 26.9%) en solo un año
de intervención; o que en Ajoyani ( Puno), su programa Anemia No haya logrado
que de 66% de niños y niñas con anemia, ahora solo quede un 12.7% por
recuperar. “Hay programas, y no son tantos los fondos que se requieren para
luchar contra la anemia, son más los modelos de gestión a los que hay que poner
atención. Y allí sí es cierto que las municipalidades necesitan apoyo”,
menciona. Esto incluye no solamente la capacitación de sus funcionarios sino la
adecuada atención a los modelos y protocolos de atención primaria, a recuperar
como aliados y actores a los médicos comunitarios.
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