JUSTICIA CORROMPIDA, INJUSTICIA SEGURA

¿Qué poder fáctico permite y respalda el hecho de que, tanto Ernesto Rafael Vela Barba como José Domingo Pérez Gómez, permanezcan —desde hace ya una década— desempeñándose como figuras principales de la fiscalía anticorrupción? ¿Acaso no son prueba suficiente de su incompetencia su descarado favorecimiento a todo lo que tenga que ver con políticos de izquierda y, finalmente, su permanente, atrevida impunidad respaldada desde la cúpula misma de la Fiscalía de la Nación? Esto, aparte de los flagrantes delitos en que ambos han incurrido. Por citar uno: suscribiendo el infame, si no criminal, pacto secreto con Odebrecht, que le implica al Perú un desmedro colosal. ¡No solamente en deterioro económico, sino en desprestigio mundial! Karma que, desde entonces, con más razón viene soportando nuestra justicia por la miseria de jueces y fiscales que mayoritariamente exhibe. ¿Acaso no sienten remordimiento por semejante escándalo los demás fiscales de la Nación que han ocupado el cargo, conociendo que sus pares —Pablo Sánchez y Zoraida Ávalos— no se dan por aludidos frente a la pregunta que hemos formulado al inicio del comentario? Todo esto es una ofensa intolerable a la sociedad. En consecuencia, lo menos que espera la sociedad peruana es que muy pronto Vela y Pérez sean castigados con ejemplar severidad. La dignidad de nuestro país exige penalizar —sin dudas ni murmuraciones— a quienes delincan en su nombre.
Analicemos algunos sesgos de los delitos en que han incurrido Vela Barba y Pérez Gómez:

Archivamientos irregulares: ambos fiscales habrían archivado al menos 10 procesos penales fuera del alcance del acuerdo de colaboración eficaz con Odebrecht, beneficiando a empresas no incluidas originalmente.
Ampliación indebida de beneficios: se les acusa de extender beneficios legales a terceros sin sustento jurídico, lo que podría constituir abuso de autoridad o prevaricato.
Intervención en materia tributaria sin competencia: el procurador de SUNAT denunció que firmaron acuerdos sobre delitos tributarios cuando aún no tenían competencia legal para hacerlo.
Violación del principio de especialidad: la justicia brasileña suspendió temporalmente la cooperación judicial con Perú por el uso indebido de pruebas en procesos no autorizados.
Investigación por cohecho pasivo específico: están siendo investigados por presuntas irregularidades reveladas por Jaime Villanueva, asesor de la Fiscalía.
Suficiente teatro hemos contemplado viendo lo bien que pasa la vida esta pareja de presumidos fiscaletes —como señalamos al iniciar esta crítica— amparados por poderes fácticos corruptos, tras los cuales —hay que decirlo claramente— está la izquierda corrupta llamada caviar, acostumbrada a hacer de las suyas sin respaldo popular.

Seamos claros: mientras nuestro sistema judicial siga tan corrupto como está hace un cuarto de siglo, el caso de esta dupla de fiscales no solo jamás será castigado, sino que la justicia en el Perú continuará corrompiéndose hasta acabar en las sentinas del infierno en que se convertirá nuestro país.

La podredumbre que se ha apoderado de nuestro sistema de justicia —Poder Judicial y Ministerio Público— debe ser inmediatamente erradicada y reemplazada por ciudadanos probos y capaces. Caso contrario, se desatará el caos. El Congreso tiene la palabra.

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