En el Perú, nos encontramos ante una realidad preocupante:
según el portal SíseVe del Ministerio de Educación (Minedu), más de 10 mil
casos de violencia escolar se han reportado solo en lo que va del 2025. Este
panorama refleja un problema que tiene un impacto negativo no solo el bienestar
físico de los estudiantes, sino también su desarrollo emocional y académico.
Los especialistas coinciden en que la violencia escolar es una problemática
compleja que requiere una respuesta integral, y que la prevención debe comenzar
en el hogar, el primer espacio donde los niños aprenden a reconocer y gestionar
sus emociones.
LA EDUCACIÓN EMOCIONAL EMPIEZA EN CASA
De acuerdo con Javier Rojas, coordinador de
Bienestar del Colegio de la Inmaculada, la manera en que los padres
se relacionan con sus hijos influye directamente en cómo ellos enfrentarán los
conflictos a lo largo de su vida. “El ejemplo de los padres es determinante. Si
un niño crece en un entorno donde los conflictos se resuelven con
gritos o indiferencia, será muy difícil que aprenda a gestionarlos de
manera pacífica”, afirma Rojas.
El especialista advierte que los conflictos mal manejados
no solo dejan huellas emocionales, sino que también afectan la
autoestima y la capacidad de aprendizaje de los niños y adolescentes.
“Cuando no se atienden a tiempo, estos problemas pueden crecer, afectar la
autoestima de los estudiantes y hacer que se sientan solos o inseguros”,
explica.
Por ello, los expertos insisten en que la
prevención comienza con pequeñas acciones en casa, donde los padres pueden
fomentar la empatía, el respeto y la comunicación. Algunas recomendaciones
prácticas para aplicar en el día a día:
* Escuchar con calma: ante
un conflicto, es fundamental permitir que los hijos se expresen sin ser
interrumpidos ni juzgados. Escuchar activamente les enseña que sus emociones
son válidas y que siempre habrá un espacio seguro para expresarse.
* Promover el diálogo en casa: conversar
sobre lo que sienten o piensan, incluso ante desacuerdos, ayuda a que
comprendan que las diferencias se resuelven hablando, no peleando.
* Evitar normalizar la violencia: frases
como “los niños son así” o “que se defiendan solos” minimizan
el problema. Validar el respeto mutuo es clave para prevenir actitudes
agresivas.
* Reforzar las conductas positivas: felicitar
a los hijos cuando muestran empatía o resuelven conflictos pacíficamente
refuerza este tipo de comportamientos.
* Trabajar la empatía: hacer
preguntas como “¿cómo crees que se sintió tu compañero?” ayuda
a desarrollar la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender las
consecuencias de sus acciones.
UN TRABAJO COMPARTIDO ENTRE FAMILIA Y ESCUELA
La tarea de prevenir la violencia escolar no recae
únicamente en las familias. Las instituciones educativas también deben
involucrarse activamente, creando espacios de convivencia sana y programas que
fortalezcan la educación emocional.
Los especialistas recomiendan implementar talleres
de resolución de conflictos, fomentar la participación estudiantil
en proyectos colaborativos y establecer canales de comunicación
directa entre padres, alumnos y docentes. De esa forma, la escuela puede
convertirse en un entorno seguro donde los niños aprendan a convivir
sin miedo ni agresión.
Rojas señala que es importante reconocer que la
violencia no solo ocurre en los patios o aulas, sino también en los espacios
virtuales. “La violencia escolar no es un problema ajeno, ocurre en los
patios y en las aulas, incluyendo las redes sociales de nuestros hijos”,
advierte. “La burla, el comentario irónico o los gestos hirientes que pasan
desapercibidos pueden dejar cicatrices emocionales profundas y afectar su
futuro académico y social”.
Para el especialista, padres y docentes deben
trabajar en conjunto en la formación de los estudiantes. “Por eso,
padres y docentes deben caminar juntos, con diálogo, empatía y prevención
constante, para enseñar a los niños y adolescentes que la verdadera
fortaleza está en resolver los conflictos con respeto y no con
violencia”, finaliza Rojas.
La violencia escolar sigue siendo una realidad que exige
atención urgente. Más allá de sancionar los casos reportados, el reto está
en promover una cultura de paz desde los primeros años de
vida. Tanto el hogar como la escuela cumplen un papel esencial en este proceso,
formando niños y adolescentes capaces de reconocer sus emociones, respetar las
de los demás y resolver diferencias sin dañar.
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