Confirmando su hipocresía, el venido a menos diario La
República denigra la promulgación de la ley de promoción agraria que restituye
el régimen tributario a la agricultura moderna, tras lograr el milagro de
convertir a aquellos arenales costeros en vergeles productores de infinidad de
frutas y frutos. Por ello, Perú se transformó en importante productor mundial
de arándanos; así como de diferentes productos del campo como paltas, café
orgánico, cítricos, espárragos, uvas, paltas, paprika, etc.
Hasta que los rojos decidieron anularlo, en su intento de
imponer lo que se conoce como segunda reforma agraria. En rigor, el objeto de
los socialistas —con La República como vocero— fue quebrar a la nueva
agricultura para que regrese la miseria al campo. También para que los rojos
puedan manipular a aquellos agónicos campesinos que jamás consiguieron hacer
producir los millones de hectáreas que el Estado robó a nuestros agricultores,
confiscándoles sus tierras para dárselas a los campesinos. ¡Pero estos no
lograron hacerlas producir! Por muchas razones —que el Estado jamás previno—
asociadas a esa confiscación de tierras disfrazada de reforma agraria.
La República salivaba cuando, en plena convulsión —durante
el espurio paso de Sagasti por la jefatura del Estado— la izquierda consiguió
que el Estado anule la ley que consolidó el milagro de convertir al Perú en
primer exportador mundial de innumerables productos agrícolas, y a la vez dañar
a los “terratenientes”, a través de miles de millones de soles en impuestos por
exportación y/o venta local de innumerables productos del campo, cosechados
desde unos —anteriormente— estériles arenales, convertidos en vergeles gracias
a la inversión de miles de millones de dólares en equipos, tecnología,
asesorías, etc. ¡Pero la izquierda detesta el éxito ajeno! Su objetivo es
mantener quebrado al país preparando la gran revolución totalitaria. Hasta que
Sagasti derogó finalmente la ley, bajo el principio marxista de arruinar al
privado, como ocurriera en la ex URSS.
Pero un tal Campodónico, correveidile del dueño de La
República —por entonces, presidente de Petroperú—, estafó al país
comprometiéndolo a comprar una refinería petrolera que, dijo, costaría US$
1,600 millones, y acabó costándole US$ 7,000 millones a una nación que produce
muy poco petróleo. ¡Pero esta estafa jamás la denunció La República! ¡Negocios
son negocios! Hay que distraer al país gritando ¡Ahí va el ladrón, cojan al
ladrón!, cuando el ladrón es el mismo que grita para distraer.
La falta de principios morales —que demanda mucha
indecencia— es la estrategia preferida por los rojos para distraer al país con
fuegos artificiales, mientras ellos se roban la custodia. El señor Mohme sabe
muy bien que la agroindustria es sumamente beneficiosa para todo el país, y que
será inviable si el Estado no regula su tributación. Como sucede en las demás
naciones, donde las condiciones medioambientales/agrícolas se prestan para
desarrollarla. Y también supo, por boca de su súbdito Campodónico —en ese
momento, poderoso presidente de Petroperú— que la refinería de marras no
costaría aquellos US$ 1,600 millones que prometiera su empleado, sino muchísimo
más. ¡Por tanto, sería una buena fórmula para redondear alguna jugosa
“operación”!
Publicar un comentario